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En este segundo relato viajaremos directo al 2030, época en la que:

  • Los filtros de contratación en empresas son hechos por la tecnología.
  • Existen plataformas para freelancers en las que, según sus capacidades, son escogidos para ciertos trabajos.
  • La frontera del ocio y el trabajo es cada vez más difusa. ¿Es el trabajo ocio? o, ¿hemos convertido el ocio en trabajo?
  • La mayoría de las contrataciones son por proyectos.
  • Las jerarquías dentro de los lugares de trabajo son cada vez menos visibles.
Rodolfo en sus últimos días como HeadHunter

El tres de febrero del 2030: Rodolfo por fin encontró las agallas.

Más de veinte años tuvieron que pasar para que Rodolfo Villa adquiriera el valor para sentarse a escribir sus primeras palabras en una red de trabajadores independientes en internet. En veinte años mucho puede pasar, la construcción y caída de un imperio, o en su caso, de una empresa; el inicio de una de las pandemias más letales en la historia de la humanidad; el inicio y crecimiento de un mundo nuevo, cuyas barreras no existen. Fueron veinte años en los que el mundo siguió su curso natural, fueron veinte años en los que Rodolfo no pudo seguirle el paso al cambio.

Ya calvo y cada vez más parecido a su padre, Rodolfito esperó a que toda su familia se sentara en su lugar predilecto para trabajar, se conectaran y se desconectaran de la realidad familiar. Él, por su parte, sentado en su cama sin tender y con el corazón acelerado, abrió en su celular la aplicación que le había mostrado su hija Margarita, en la que, al parecer, ella conseguía todos sus trabajos.

La navegó. La entendió. Creó un perfil y escribió lo siguiente en la sección de comentarios:

En el 2010 me lo advirtieron. Una y otra vez vino la retahíla como sermón de misa. Primero fue mi padre, que aunque viejo, estaba más cercano al futuro que yo. Bien dicen por ahí: más sabe el diablo por viejo que por diablo.

En el 2015 fue mi esposa la que me dijo: “Si no te adaptas a lo que pide el mercado, pronto seré yo la que mantenga la familia”. Y así fue, ella hoy en día con su trabajo en una plataforma que no vende ningún bien material, sino un servicio, es la que sostiene la casa.

Era cierto: el mundo estaba cambiando a toda velocidad, pero yo estaba encadenado al pasado. Yo creía que lo que me había funcionado antes, iba a seguir funcionando por siempre. Pero déjenme los pongo en contexto.

Era el año 2005. El internet, a pesar de ser un invento revolucionario, todavía estaba en sus primeras etapas, sobre todo en un país como Colombia. Por esos días yo empecé a trabajar como Headhunter. ¡Ah, qué épocas aquellas! Me sentía como un titiritero: poniendo personas en trabajos soñados. Moviendo hilos de aquí para allá, utilizando la magia para cumplir metas comerciales.

Fue tal mi éxito que logré construir una empresa con más de setenta empleados, cuya finalidad y propuesta de valor era: los mejores perfiles para las mejores empresas. En el 2008, mi empresa no se detenía, pero ya había voces que me decían que tenía que ponerme al día con lo que estaba sucediendo en el mundo.

Cuando me enteré de lo que estaba pasando en otras partes del mundo, cuando vi la forma en que estaban trabajando en Los Ángeles, Dios, nunca pensé que eso fuera a suceder en Colombia. Recuerdo pelearme con el facilitador del taller, decirle que eso que nos estaban mostrando no era más que una mentira, que nunca en la vida iba a existir una manera de reemplazar a los buscadores de talentos y menos a uno como yo. Desde ese día, con el puño cerrado, juré mostrarle a ese mequetrefe lo equivocado que estaba.

Lo que ignoraba en ese entonces era que ese tipejo no era mi rival. Mi verdadero enemigo era el internet.

El tiempo es aliado de la verdad. Los años pasaron y mis clientes eran cada vez menos y más viejos. Ponerlos en empresas soñadas era una tarea apoteósica. Era verdad, en la época de la conectividad, las personas ya no necesitaban un puente que los conectara. Así empezaron los años más aciagos, en ocasiones cuando me reunía con algún cliente, cuyas ojeras y angustia se le veían a leguas, me sentía viéndome en el espejo.

Yo era ellos. Y ellos eran un pedazo de mí, o en realidad eran mi reflejo o ni siquiera, tan solo una copia, de una copia, de una copia que ya no servía para nada más que para reciclar. Éramos unos renegados, éramos lo que habían dejado atrás. Una manada de cavernícolas que no habían logrado evolucionar.

De repente y para mi sorpresa, la gente ahora trabajaba desde sus casas. No tenían un trabajo estable, sino que tenían distintos trabajos. Se llamaban a sí mismos freelancers, eran una comunidad que yo no entendía. ¿Freelancer? ¿Qué es eso?, cuando lo decía en voz alta, me sonaba a una persona que vendía libretas por las calles. Mis hijas intentaron explicarme, me leyeron la definición que salía en internet: “Personas que trabajan sin ningún compromiso a largo plazo con nadie”. Las empresas mientras tanto ya no contrataban a ninguno de mis perfiles, conseguir citas me era imposible. Era como si yo ya no existiera. Ahora para existir había que vivir en la red.

Pero el tope llegó cuando en Vietnam se proclamó Presidente un freelancer. Cuando vi esa noticia es que yo no lo podía creer. Cómo es posible que un niño, un joven, de verdad, hubiera logrado quedar como Presidente de un país haciendo toda su campaña por el internet y además contratar a todo su equipo a través de aplicaciones, redes y por tiempos. Es que yo simplemente no lo podía creer.

Hace más de diez años que tuve que cerrar mi empresa. Las palabras de todos se convirtieron en verdades afiladas. Mi esposa me miraba con esos ojos de te lo dije. Mi padre ya muerto aparecía en mis sueños para decirme que me advirtió todo esto.

Hace poco, mi esposa logró conseguirme una entrevista de trabajo. Me perfumé, me puse mi mejor vestido y ya estaba listo para salir de la casa. “¿Para dónde vas?” me preguntó. “Pues a la entrevista”. Pero lo que ignoraba era que esta reunión de trabajo era de forma virtual y que todas las preguntas no me las haría una persona sino un máquina. Fue tan desconcertante, que a través de las preguntas sabía que no iba a quedar. Y así fue, a los cinco minutos recibí un mail automático en el que me confirmaban mis sospechas.

Sin embargo, hoy no quiero quedarme en la tristeza, pues bien sé que lo bueno de caer es que podemos levantarnos de otra forma. Por eso hoy me declaro como un freelancer más, pues ahora entiendo que este término, como su raíz medieval, hace referencia a aquellos soldados mercenarios que no le pertenecen a nadie. Les pido a todos que si saben de algún trabajo que se adapte a mi perfil y características, me avisen para aplicar, a través de este mail: rodolfobuscatrabajo@gmail.com. Yo esperaré a que la tecnología no me descalifique simplemente por mi edad y mi tiempo sin trabajo.

Retrato de Rodolfo en sus primeros días como HeadHunter