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Vamos a hacer un ejercicio rápido: quiero que cierren los ojos y viajen en el tiempo al año 2040. Imaginen un día suyo viviendo en este año. Imaginen en dónde vivirían, cómo se transportarían a su trabajo, cómo convivirían con la tecnología. Imaginen una salida a un restaurante. Imaginen un día normal.

Ahora volvamos a nuestra realidad, al 2019, y pensemos cuántas cosas cambiarían. Por ejemplo, ¿en el futuro tendríamos autos voladores? ¿Tendríamos trabajos fijos? ¿Tendríamos tecnología incorporada en nuestro cuerpo o, simplemente, seguiríamos igual?

La posibilidad de escenarios es tan amplia que la imaginación ha sido, por naturaleza, el vehículo para transportarnos a nuevos futuros, a nuevos escenarios que nos plantean cosas que nos soñamos o que creemos que van a suceder.

Seguramente, si este ejercicio lo hiciéramos con varias personas, y nos ponemos a imaginar el futuro, las perspectivas siempre serían diferentes: unas personas se enfocarían en las problemáticas ambientales, otros en el desarrollo tecnológico, otros en la educación, y así tendríamos mil visiones de un solo futuro al que todos llegaremos. La incertidumbre hace parte del futuro y convive con nosotros día a día para asustarnos, emocionarnos o simplemente dejarnos a la expectativa de lo que podrá pasar.

Predecir posibles escenarios a futuro no es una misión a la ligera, autores como Anthony Dunne y Fiona Raby nos proponen abrir el espectro a los What if scenarios (escenarios del qué tal si…), que son escenarios que ya visualizamos, que podrían ocurrir, o que tal vez aún no se han considerado. El mundo cinematográfico utiliza los What if scenarios frecuentemente, y en ocasiones ha logrado futuros que hoy en día vemos reales; es lograr tener la visión de Stanley Kubrick hace cincuenta y un años declarando que existiría turismo espacial con 2001 Odisea en el espacio, y adivinando que en un futuro (2021) empresas como Orion Span lo harían realidad con hoteles espaciales en construcción. Es tener la imaginación para crear patinetas flotantes como las que salen en Back to the future, y volverlas tan icónicas y deseables que hoy en día existen, no asequibles y comunes en nuestra cotidianidad, pero reales ante nuestros ojos.

Y es que desde que somos pequeños nos han invitado a soñarnos el futuro, a imaginar como la humanidad va a romper los esquemas y que, ojalá, este futuro no sea tan lejano para poder estar ahí y vivirlo.

Ahora, ¿qué pasaría si les dijera que el futuro no es algo exclusivo de personas como Kubrick, Robert Zemeckis y Orwell? ¿Qué tal si el futuro lo pudiéramos construir nosotros? Diseñadores, administradores, practicantes, gerentes, personas que no se sientan a crear narrativas en teoría ficticias, sino personas del mundo real, del mundo empresarial.

¿El futuro se predice?

“¿Cómo es posible predecir el futuro?”, se preguntarán ustedes, bueno, pues he ahí la primera gran diferenciación que debemos hacer: no podemos pensar en predecir, sino en proyectar. Ya no podemos pensar que las teorías sobre el futuro son predicciones en en las que hay una persona imaginando y creando un mundo futuro. En realidad, el diseño de futuros se basa en la proyección, en idear posibles escenarios para los cuales voy a crear una ruta, un camino que me permita decir que no esperamos a que ocurriera, sino que fuimos parte de la creación del futuro. Interesante, ¿no? Ahora la invitación va enfocada a que seamos los creadores del futuro, no a que seamos los primeros en entenderlo y adoptarlo, sino los primeros en haber pensado que eso podría ocurrir.

Utilicemos un referente actual para explicar cómo es esto posible, pensemos por un segundo en Black Mirror, una serie que ha logrado crear futuros tan verosímiles que han generado en todos cierta angustia y emoción al mismo tiempo. Black Mirror no es solamente una búsqueda inquietante por abrirnos los ojos sobre la tecnología, en realidad, la serie busca hacernos creer que cada escenario del futuro propuesto es totalmente válido. Y entonces vemos a través de la pantalla como tendremos un ranking social por cada like que nos hagan, que existirán lentes de contacto que nos permitirán revisar nuestros recuerdos una y otra vez, que podríamos vivir en la realidad de los videojuegos y hasta que todo nuestro cerebro podría ser encapsulado en una pequeña USB. Sin importar cual sea el futuro que Black Mirror propone, nos creemos cada escenario y sabemos que hay unos que están a la vuelta de la esquina, como hay otros que vemos en un futuro lejano, pero igual lo vemos.

¿Cómo logró esto la serie? Más allá de la imaginación del creador, hubo un ejercicio cauteloso de entender qué está pasando en el hoy y cómo nos comportamos frente a algo tan absorbente como la tecnología.

El cono de futuros

Dunne, A., & Raby, F. (2014). Speculative everything: design, fiction, and social dreaming. S.l.: MIT.

El análisis hecho por Charlie Brooker, creador de la serie, no solo se quedó ahí; hubo un análisis del futuro revisando tendencias, posibles caminos que podríamos tomar como sociedad, creando sistemas que nos permitan ver en dónde está el punto de inflexión para cambiar lo que conocemos en el hoy. Y quiero pensar por un segundo que Charlie, sin haberlo hecho tan metódico, se topó con diferentes escenarios del futuro, abrió las opciones a tal punto que llegó al “Cono de futuros”. El Cono de futuros se enfoca en hacernos entender que a partir del presente podemos crear o imaginar escenarios posibles de acuerdo a lo que queremos proyectar. Por ejemplo, hablemos del primer espectro del cono, el de los futuros probables, futuros que vemos tan posibles y digeribles que ya sabemos que eventualmente nos toparemos con estos. Pensemos en un futuro probable como la extinción inminente del dinero en efectivo; seguramente, las transacciones llegarán a un punto en el que no usaremos dinero y el problema de no tener efectivo desaparecerá.

Después tenemos el espectro del futuro plausible, esto se refiere a futuros que concebimos realizables, en los que vemos una factibilidad de desarrollar y que son accionables a lo que conocemos.

Pensemos ahora en un futuro plausible: hablemos del mundo de la salud y la tecnología, seguramente — o “plausiblemente” — , en un futuro la atención será realizada por máquinas que recopilarán toda nuestra data y nos atenderán en servicios médicos básicos que no requieran procesos humanizados.

Ahora nos vamos alejando de lo que creemos y entramos al espectro de los futuros posibles, de todo lo que creemos que puede llegar a pasar. Aquí no quisiera quedarme dando ejemplos, porque podríamos hablar desde vías para carros voladores hasta súper humanos con modificaciones genéticas. Si se dan cuenta, aquí hablamos de cosas posibles que seguramente no vemos tan realizables en el futuro pero que nos soñamos o imaginamos.

Y, finalmente, hablemos de la fina línea entre lo real y lo imposible, el espectro de los futuros imposibles habla de futuros que se acercan a la ficción, cosas que seguramente los humanos no podrán lograr. Piensen en todas las películas de ficción que hayan visto, que nos han vendido cosas que tal vez no pasarán en el próximo siglo humano; cosas como soñarse un Stars Wars, un Blade Runner, Matrix o hasta un Mad Max.

Posiblemente, mi descripción metodológica del cono de los futuros suene compleja, ambigua y hasta confusa en este momento, pero es que la proyección del futuro sigue siendo una ciencia incierta.

Aquí la propuesta es pensar cómo podemos llegar a proyectar tantos escenarios y a estar tan seguros de la proyección que podamos vivir desde ya el futuro.

Así que, si ustedes hacen parte de ese pequeño grupo que se sueña el futuro, que cierra los ojos e imagina cosas en todos los espectros, los invitamos a que nos aventuremos a proyectar, a ser los nuevos pensadores del mañana desde hoy.

Sobre la autora:

Paola Venegas es diseñadora de los Andes. Seguramente, si pudiera elegir que una película se hiciera realidad pediría que fuese Jurassic Park para poder parchar con un Tiranosaurio Rex.